De Borneos y Ringurrangos:
Seis años después de la aparición de La herencia, su último trabajo discográfico, Eusebio y Pilar Mayalde, a quienes nunca atosigaron las prisas ni la inmediatez que preside tantas veces la vertiente comercial de nuestra música, han realizado un muy serio trabajo de recopilación y aprendizaje – sólo los necios creen estar en posesión de la sabiduría- en el que han madurado ondamente todos los temas que hoy aquí nos ofrecen, de suerte que son ya parte íntima de la propia experiencia, engarzados como un eslabón más a su forma de entender el mundo y a su manera de vivir la vida. De ahí la frescura que emana de sus canciones coma la fuerza profunda en la interpretación, porque Mayalde no es, como tantos cantores de aires populares, mero intermediario de un saber poético y musical que en otros se sustenta, Mayalde es una tradición misma encarnada en tierras de Salamanca, creciendo a la fuerza de pasión enamorada.
Sobre con el arco y la voz:
Como aquellos juglares errantes que en otros tiempos andaban los caminos, dejando por ventas y mesones antiguos canciones de amor y retablos de curas cornudos; como el pastor en el monte, añorante del llano y de la aldea, entre el ansia del mundo y el sosiego del alma; o tal vez como los viejos copleros, por las plazas de pueblos y ciudades, salmodiando sus pliegos de cordel a perra gorda… Con el humilde rabel entre las manos, con “Peña» a su lado – lazarillo de una ilusiva ceguera- y quizá, la atenta mirada de Arturo, oculto en cualquier parte, la voz está ya limpia para el canto y el romance naciendo en claros octosílabos de rimas asonantes.
…
Eusebio y Pilar, Mayalde, devotos por demás del santo jaraíces y trujales, han sabido conservar toda la sabiduría antigua que aquel mi pariente creía abocada irremediablemente al desamparo. Y, lo que es aún más meritorio, sin que ese saber tenga el rancio sabor libresco de museos y cancioneros, si no el regusto profundo del vino de la Sierra, el lomo en orza y el farinato humilde en cualquiera de esas viejas cocinas populares donde Pilar y Eusebio han aprendido a bailar con ringurrango o a interpretar la jota con vasos y cucharas.
De boca en boca han aprendido de la vida que lo más hermoso, como escribiera Blas de Otero, son las palabras de la gente –parece que se tocan, que se palpan-, esas palabras que hacen temblar a veces la gramática. Y De boca en boca nos las traen en estos cantares y letrillas, en su mayoría de corte picaresco para nuestro solaz y divertimento, transmitidos a través de generaciones que los supieron guardar en el hondón de la memoria –ahí están, sentadas en el poyo de la puerta, en Aldeatejada, esas cuatro generaciones que confluyen en la mirada de Laura y su esperanza: tus ojos de mar y menta, tus ojos de niña blanca- e interpretados ahora por Mayalde con impecable maestría, con sabor a esa tierra y a atardecidas de verano. Porque la canción no es vida hasta que una voz la interpreta y en la voz de Mayalde palpita la vida entera en el deje de un verso o en el matiz de color de un estribillo.
En este trabajo han reunido Eusebio y Pilar un hermosísimo ramillete de canciones acompañadas en su ejecución por peculiares apoyos musicales; pocas cosas enseñan tanto como la necesidad y en el campo salmantino el hambre aguzó siempre el ingenio y donde no había instrumentos que tañer, ni posibilidades para su adquisición, se convirtieron platos y cucharas, sartenes y almireces en insólitos instrumentos musicales.
Ramón García Mateos.
De Borneos y Ringurrangos:
Seis años después de la aparición de La herencia, su último trabajo discográfico, Eusebio y Pilar Mayalde, a quienes nunca atosigaron las prisas ni la inmediatez que preside tantas veces la vertiente comercial de nuestra música, han realizado un muy serio trabajo de recopilación y aprendizaje – sólo los necios creen estar en posesión de la sabiduría- en el que han madurado ondamente todos los temas que hoy aquí nos ofrecen, de suerte que son ya parte íntima de la propia experiencia, engarzados como un eslabón más a su forma de entender el mundo y a su manera de vivir la vida. De ahí la frescura que emana de sus canciones coma la fuerza profunda en la interpretación, porque Mayalde no es, como tantos cantores de aires populares, mero intermediario de un saber poético y musical que en otros se sustenta, Mayalde es una tradición misma encarnada en tierras de Salamanca, creciendo a la fuerza de pasión enamorada.
Sobre con el arco y la voz:
Como aquellos juglares errantes que en otros tiempos andaban los caminos, dejando por ventas y mesones antiguos canciones de amor y retablos de curas cornudos; como el pastor en el monte, añorante del llano y de la aldea, entre el ansia del mundo y el sosiego del alma; o tal vez como los viejos copleros, por las plazas de pueblos y ciudades, salmodiando sus pliegos de cordel a perra gorda… Con el humilde rabel entre las manos, con “Peña» a su lado – lazarillo de una ilusiva ceguera- y quizá, la atenta mirada de Arturo, oculto en cualquier parte, la voz está ya limpia para el canto y el romance naciendo en claros octosílabos de rimas asonantes.
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Eusebio y Pilar, Mayalde, devotos por demás del santo jaraíces y trujales, han sabido conservar toda la sabiduría antigua que aquel mi pariente creía abocada irremediablemente al desamparo. Y, lo que es aún más meritorio, sin que ese saber tenga el rancio sabor libresco de museos y cancioneros, si no el regusto profundo del vino de la Sierra, el lomo en orza y el farinato humilde en cualquiera de esas viejas cocinas populares donde Pilar y Eusebio han aprendido a bailar con ringurrango o a interpretar la jota con vasos y cucharas.
De boca en boca han aprendido de la vida que lo más hermoso, como escribiera Blas de Otero, son las palabras de la gente –parece que se tocan, que se palpan-, esas palabras que hacen temblar a veces la gramática. Y De boca en boca nos las traen en estos cantares y letrillas, en su mayoría de corte picaresco para nuestro solaz y divertimento, transmitidos a través de generaciones que los supieron guardar en el hondón de la memoria –ahí están, sentadas en el poyo de la puerta, en Aldeatejada, esas cuatro generaciones que confluyen en la mirada de Laura y su esperanza: tus ojos de mar y menta, tus ojos de niña blanca- e interpretados ahora por Mayalde con impecable maestría, con sabor a esa tierra y a atardecidas de verano. Porque la canción no es vida hasta que una voz la interpreta y en la voz de Mayalde palpita la vida entera en el deje de un verso o en el matiz de color de un estribillo.
En este trabajo han reunido Eusebio y Pilar un hermosísimo ramillete de canciones acompañadas en su ejecución por peculiares apoyos musicales; pocas cosas enseñan tanto como la necesidad y en el campo salmantino el hambre aguzó siempre el ingenio y donde no había instrumentos que tañer, ni posibilidades para su adquisición, se convirtieron platos y cucharas, sartenes y almireces en insólitos instrumentos musicales.
Ramón García Mateos.