Quizá al acabar de escuchar el trabajo que esta carpeta encierra sigan resonando aún en nuestros oídos los ecos de la zambomba – del pujo salmantino -, de la gaita y del tamboril y, sobre todo, de la voz antigua del dúo Mayalde. Posiblemente para los que ya no alcanzan a ver, a escuchar, los cantos tradicionales en su ser, sea esta ya la única forma de acercarse a la peculiar forma de interpretar que las gentes de campo han desarrollado a lo largo de generaciones.

Este colorido de matices, tan difíciles de traspasar al pentagrama, es el que los Mayaldes han sabido recoger de las aldeas y pueblos salmantinos para después ofrecérnoslo a aquellos que por amar la tradición nos consideramos un poco vecinos de todos nuestros lugares.

Sin entrar en quimeras vanas sobre los modos de interpretar, soslayando purismos intransigentes e irrespetuosos refritos, adentrémonos en la música tradicional salmantina de la mano del buen gusto, recibiendo así el mensaje que este trabajo nos brinda: sencillez, calidad y, sobre todo, calor.

No es nueva, ni mucho menos, la tan traída y llevada lucha por purificar de influencias extrañas la verdadera tradición musical de Salamanca, o de cualquier otra zona, pero ateniéndonos al caso concreto de la provincia que nos atañe, una curiosa carta (conservada en el Instituo Menéndez Pidal de Madrid. Gracias por su consulta) escrita por D. Dámaso Ledesma, informa a Don Ramón Menéndez Pidal de que: «Para cuando vuelva (a Salamanca) ya sé de un gaitero viejo, de gran fama en todo el campo de Salamanca, el que se prestará a tocar y cantar romances antiguos. Con los modernos no se puede, porque hacen algo parecido a lo que Iparraguirre en su Colección de Zorzicos, que todo tiene menos estilo regional. Cantan el charro mezclado con cantos andaluces, cosa que no la quiere ni usted ni yo.

Perdone haya sido tan tardío en proporcionarle romances, le prometo lo mejor del país y lo más puro, pues esté seguro que los conocidos en la Zarzuela «Los Charros» no son de Salamanca, y así de casi todos…». La carta está fechada, por el propio Pidal, en Ciudad Rodrigo, año 1904.

Así pues, encontrar después de ochenta y cuatro años un gaitero y dos jóvenes cantores que sigan una línea clara en su estilo de interpretación, apoyado en un concienzudo trabajo de recogida por los pueblos salmantinos es una satisfacción para aquellos que, amando y creyendo en los valores de la cultura tradicional, sabemos que con la muerte de cada uno de esos mayores a los que tanto debemos, se va siempre un pedacito del ayer; de ese ayer que gentes de todas partes, cada cual en su terreno, han convertido en su credo de cada día.

Madrid. Noviembre de 1986
Jose Manuel Fraile Gil

La herencia

(1986)

La herencia

(1986)

Quizá al acabar de escuchar el trabajo que esta carpeta encierra sigan resonando aún en nuestros oídos los ecos de la zambomba – del pujo salmantino -, de la gaita y del tamboril y, sobre todo, de la voz antigua del dúo Mayalde. Posiblemente para los que ya no alcanzan a ver, a escuchar, los cantos tradicionales en su ser, sea esta ya la única forma de acercarse a la peculiar forma de interpretar que las gentes de campo han desarrollado a lo largo de generaciones.

Este colorido de matices, tan difíciles de traspasar al pentagrama, es el que los Mayaldes han sabido recoger de las aldeas y pueblos salmantinos para después ofrecérnoslo a aquellos que por amar la tradición nos consideramos un poco vecinos de todos nuestros lugares.

Sin entrar en quimeras vanas sobre los modos de interpretar, soslayando purismos intransigentes e irrespetuosos refritos, adentrémonos en la música tradicional salmantina de la mano del buen gusto, recibiendo así el mensaje que este trabajo nos brinda: sencillez, calidad y, sobre todo, calor.

No es nueva, ni mucho menos, la tan traída y llevada lucha por purificar de influencias extrañas la verdadera tradición musical de Salamanca, o de cualquier otra zona, pero ateniéndonos al caso concreto de la provincia que nos atañe, una curiosa carta (conservada en el Instituo Menéndez Pidal de Madrid. Gracias por su consulta) escrita por D. Dámaso Ledesma, informa a Don Ramón Menéndez Pidal de que: «Para cuando vuelva (a Salamanca) ya sé de un gaitero viejo, de gran fama en todo el campo de Salamanca, el que se prestará a tocar y cantar romances antiguos. Con los modernos no se puede, porque hacen algo parecido a lo que Iparraguirre en su Colección de Zorzicos, que todo tiene menos estilo regional. Cantan el charro mezclado con cantos andaluces, cosa que no la quiere ni usted ni yo.

Perdone haya sido tan tardío en proporcionarle romances, le prometo lo mejor del país y lo más puro, pues esté seguro que los conocidos en la Zarzuela «Los Charros» no son de Salamanca, y así de casi todos…». La carta está fechada, por el propio Pidal, en Ciudad Rodrigo, año 1904.

Así pues, encontrar después de ochenta y cuatro años un gaitero y dos jóvenes cantores que sigan una línea clara en su estilo de interpretación, apoyado en un concienzudo trabajo de recogida por los pueblos salmantinos es una satisfacción para aquellos que, amando y creyendo en los valores de la cultura tradicional, sabemos que con la muerte de cada uno de esos mayores a los que tanto debemos, se va siempre un pedacito del ayer; de ese ayer que gentes de todas partes, cada cual en su terreno, han convertido en su credo de cada día.

Madrid. Noviembre de 1986
Jose Manuel Fraile Gil